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La historia de Norman Chaparro, el emprendedor que comenzó con una bicicleta y creó una empresa millonaria

En el año 1988, un joven colombiano decide renunciar a su trabajo y utiliza sus ahorros para comprar una bicicleta de segunda mano y fundar así su propia empresa de mensajería. Hoy en día, esa empresa procesa más de 3 millones de envíos al mes, genera empleo para 1800 personas, cuenta con 3250 oficinas y se ha convertido en la segunda empresa en el sector de envíos en su país… ¿Cómo lo logró?

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Caso Inter rapidísimo: ¿Cómo un joven con una bicicleta creó una de las empresas de mensajería más exitosas de Colombia?

El protagonista de esta historia es Norman Enrique Chaparro Gómez, un empresario colombiano que nació en 1966 en la ciudad de Villavicencio, Meta.

Desde muy joven, Norman descubrió que poseía un gran talento para hacer mandados. Su madre siempre lo elegía entre sus hermanos para que comprara cosas en la tienda del barrio, pues, gracias a su ágil y prodigiosa memoria, no tenía necesidad de apuntar las cosas y siempre recordaba con detalle todo el encargo.

Un día, cuando el joven tenía apenas 12 años de edad, su madre le pidió el favor de que fuera a la plaza de mercado y comprara todo lo que necesitaban para la quincena. El chico entusiasmado realizó el pedido al pie de la letra, y su madre, orgullosa, lo felicitó diciéndole: “¡Chino, usted sí sabe hacer un mandado!”. En ese momento, Norman descubrió que su vocación era ser mensajero; así que, en sus ratos libres, comenzó a hacer favores y mandados a sus vecinos.

Poco a poco, fue ganando un renombre en el barrio porque todos confiaban en su gran capacidad para hacer mandados.

Antes de cumplir sus 18 años, como primer empleo, Norman comenzó a trabajar para una empresa de mensajería local mientras estudiaba administración a distancia. Allí aprendió cómo funcionaba el medio; sin embargo, el sueldo que recibía era muy bajo, no le alcanzaba y, además, sentía que las oportunidades de crecimiento en su trabajo eran muy pocas, entonces decidió renunciar e independizarse.

Su novia y sus amigos le decían que emprender era imposible y que solo las personas con dinero podrían permitírselo. Ante el negativismo de su círculo social, Norman eligió ignorarlos por completo y, con 21 años de edad, el 4 de enero de 1988, luego de recibir su liquidación de aproximadamente unos $96 dólares de la época y de pedir a su hermana un préstamo de $65 dólares, decidió comenzar su propia empresa de mensajería.

¿Cómo empezó Inter rapidísimo?

Del dinero disponible, utilizó $90 dólares para adquirir una vieja bicicleta de segunda mano. Con el capital restante, fue a una imprenta y ordenó unas tarjetas comerciales y unos volantes para publicitar su nueva empresa, a la que bautizó con el nombre “Inter Rapidísimo”.

Día a día, Norman se levantaba a pedalear en su bicicleta por toda la ciudad y a repartir sus volantes y tarjetas a las empresas más grandes que veía para ofrecerles sus servicios como mensajero. En su mente no había límites, él confiaba plenamente en sus capacidades y en la calidad de su servicio.

Luego de varios días publicitando su empresa, por fin pudo conseguir su primer cliente. Se trataba del Diario del Meta, un medio informativo que estaba buscando un mensajero que repartiera diariamente los periódicos a unos 400 suscriptores a nivel local. Cuando Norman preguntó cuánto serían sus honorarios por la labor, el director del diario le comentó que no había un pago en efectivo por el trabajo, pero que le ofrecían un aviso en la primera página de los periódicos para que diera a conocer su negocio.

Aunque Norman necesitaba dinero para que su emprendimiento fuera rentable, finalmente optó por aceptar el trato. El anuncio que publicó decía: “Sus envíos como usted los necesita: Rapidísimo con Inter Rapidísimo”. Además, como parte del trato, el joven emprendedor le pidió al director del Diario del Meta que le regalara 30 periódicos al día. Esta petición le resultó un poco extraña al director, pero la aceptó sin problema.

Todos los días, Norman se levantaba a las 3:00 de la mañana para iniciar su jornada laboral y repartir los periódicos por toda la ciudad de Villavicencio. Al terminar, tomaba los 30 periódicos que le correspondían. Su objetivo era utilizarlos para persuadir a potenciales clientes, entonces se encargó de estudiar el mercado para identificar qué empresas grandes de la ciudad no tenían suscripción al Diario del Meta. Posteriormente, enviaba a esas empresas los periódicos con un sello que indicaba que eran una cortesía de “Inter Rapidísimo”. De esta forma logró llamar la atención de importantes entidades financieras como La Caja Agraria y El Banco del Estado, además de varias empresas dedicadas a ofrecer seguros médicos.

Unas semanas más tarde, el joven se dirigió a cada una de las empresas donde había estado regalando los periódicos, para venderles sus servicios.

“Me fui y les dije: ‘Yo soy el gerente de Inter Rapidísimo, una empresa de envíos… y yo les he estado dejando el periódico, porque nos sobran unos. Nosotros somos los que los distribuimos, y nos parece importante que ustedes estén actualizados en temas de noticias. Hoy vengo para ofrecerles el servicio de entrega de extractos y de envíos dentro del perímetro urbano de Villavicencio’.” -Contó Norman en una entrevista.

Para su fortuna, todos los clientes que visitó ese día decidieron contratar sus servicios, lo cual fue el impulso que necesitaba para que su empresa despegara y comenzara a ser reconocida en la ciudad.

Una estrategia de crecimiento lenta, pero segura

Durante más de un año, Norman estuvo trabajando en su bicicleta entregando los envíos de sus clientes y ahorrando todo el dinero que podía con el propósito de invertir en otro medio de transporte más eficiente. Gracias a su paciencia, disciplina y determinación, consiguió ahorrar lo suficiente para adquirir una motocicleta Yamaha Furia 80 de segunda mano, con la cual pudo optimizar sus tiempos de entrega y aumentar su cartera de clientes. Luego, contrató a cinco personas para que le ayudaran a realizar los envíos.

Pero su ambición no cesó aquí. Norman continuó trabajando con el mismo esfuerzo y dedicación que al comienzo, pero ahora persiguiendo objetivos mucho más grandes. Eventualmente, pudo adquirir un automóvil Renault 4 y empezó ofrecer el servicio de encomiendas a municipios cercanos. Años más tarde, compró su primera camioneta y después un camión de 2 toneladas.

Ante el aumento de clientes de otros municipios, Norman se vio en la necesidad de abrir pequeñas sucursales de su empresa en lugares como Yopal, Granada y Puerto Carreño, entre otros. Para establecer dichas sucursales, el joven visitaba locales populares como papelerías o misceláneas, y negociaba con los dueños para que brindaran el servicio de recibir y entregar paquetes a cambio de una pequeña comisión. También, hizo alianzas estratégicas con aerolíneas nacionales para poder llevar mucho más rápido los envíos a sus nuevas sucursales.

Luego de cubrir 66 municipios de la región de la Orinoquia Colombiana, en 1991, Norman abrió su primera sucursal en la capital del país, Bogotá. Debido al gran tamaño de la ciudad y a la complicada situación política del país en los años 90, Inter Rapidísimo no contaba con mucho capital para abrir varias oficinas en Bogotá, así que Norman, nuevamente haciendo uso de su ingenio, contactó a un señor que tenía un Land Rover Santana y le propuso que fuera la oficina móvil de Inter Rapidísimo en la ciudad.

“Había un señor que tenía un Land Rover, y nosotros le hicimos una propuesta. Le dijimos: ‘Oiga, ¿Usted por qué no es nuestra oficina móvil?’, y dijo: ‘¿Qué hay que hacer?’. Le dije: ‘Vea, nosotros le enviamos todos los paquetes que recogemos de los clientes a través de una empresa de pasajeros y usted viene, los reclama y los distribuye en todo Bogotá’.”  -Explicó Norman.

La estrategia fue un completo éxito. En tan solo unos pocos meses, Inter rapidísimo ya contaba con 4 mensajeros en la capital. Y, en un par de años, pudo abrir su primera oficina física en esa ciudad.

Posteriormente, en el año 1998, Norman se mudó con su familia a Bogotá para comenzar a planear la expansión de su marca por todo el territorio colombiano.

A principios de los años 2000, el emprendedor comenzó a recorrer municipio por municipio del país sudamericano para cerrar alianzas y abrir nuevos puntos de Inter Rapidísimo.

Para el año 2009, gracias al arduo trabajo de Norman, la empresa ya contaba con presencia en todo el territorio colombiano. Y, para la década del 2010, Inter Rapidísimo consiguió ubicarse entre las 3 empresas de mensajería más importantes del país.

En el año 2020, debido a las restricciones por la pandemia, muchas personas comenzaron a utilizar con mayor frecuencia los servicios de mensajería. Esto también hizo que el comercio electrónico creciera exponencialmente; por lo que, durante varios meses, Norman tuvo que volver a ponerse la camiseta de mensajero y ayudar con el alto flujo de paquetes en sus bodegas. Ese año, en medio de la crisis y del difícil momento, las ventas de Inter Rapidísimo aumentaron un 78%.

Actualmente, Inter Rapidísimo gestiona más de 3 millones de envíos al mes, genera empleo para 1800 personas, cuenta con 3250 oficinas y se ha convertido en la segunda empresa en el sector de envíos en el país. Norman, por su parte, tiene 57 años y sigue ejerciendo como presidente de su compañía, aunque asegura que sus hijos están listos para relevarlo en su cargo. Recientemente, está enfocando sus esfuerzos en un Marketplace 100% colombiano llamado “Alcarrito.com”, un proyecto que tiene como propósito impulsar el comercio electrónico en el país.

La historia de Inter rapidísimo

Lecciones de emprendimiento que podemos aprender de Norman Chaparro e Inter rapidísimo

¿Qué lecciones podemos aprender de este caso de éxito? A continuación, te compartimos algunas de ellas:

  1. Identifica tus talentos y conviértelos en un negocio: Norman descubrió desde muy joven que tenía un talento natural para hacer mandados y entregas de forma eficiente, lo que lo motivó a emprender poniendo su talento al servicio de los demás. Identificar lo que disfrutas y en lo que eres bueno, puede ser el punto de partida para construir un negocio exitoso. ¡Anímate a explorar tus talentos y pasiones!
  2. Utiliza de forma creativa los recursos que tengas a la mano: Pese a que sus recursos eran muy limitados, Norman no se dejó intimidar. Él empezó como pudo y, poco a poco, fue ahorrando y reinvirtiendo para mejorar y ampliar su servicio. Muchos emprendedores hacen justo lo contrario, elaboran extensos planes de negocios y luego se bloquean porque no cuentan con todos los recursos que creen necesitar. Está bien tomarse el tiempo de organizar nuestras ideas y analizar el modelo de negocio que vamos a iniciar, pero demasiado análisis produce parálisis. Por mucho que planeemos, llega un punto en el que debemos tomar los recursos que tenemos disponibles y arriesgarnos a empezar, ya luego podemos ir mejorando sobre la marcha. Deja de pensar en lo que te hace falta y mejor enfoca tu creatividad e ingenio en utilizar tus recursos para construir un prototipo o una versión a escala de tu negocio y empezar a interactuar con clientes cuanto antes.
  3. Confía en ti: Cuando te decidas a emprender un negocio, escucharás muchas voces que te dirán que no lo hagas porque es muy difícil y que solo vas a perder tiempo y dinero, tal como le pasó a Norman. Es en esos momentos en que debes preguntarte si confías plenamente en ti, en tus ideas y en tus capacidades. Creer en ti cuando todos están de acuerdo contigo, es fácil, pero… ¿Estás listo para creer en ti, aunque nadie más lo haga? Eso sí es difícil. Emprender es un camino lleno de incertidumbre en el que nada es seguro, pero todo es posible. En ocasiones tendrás que seguir tu instinto, aunque todo lo demás esté en tu contra. La gran mayoría de las personas confían más en las opiniones de otros que en sus propias capacidades, por eso prefieren renunciar a sus sueños antes que arriesgarse a fracasar por intentarlo. Cuando deje de importarte el “¿Qué dirán?”, estarás listo para el éxito.
  4. Aprovecha las oportunidades: Aunque el trato con el Diario del Meta pudiera sonar injusto, por el hecho de que Norman no recibiría una compensación económica a cambio de su trabajo, él supo ver las oportunidades detrás de ese trato y no dudó en aprovecharlas. Como apenas estaba comenzando, sabía que necesitaba aliados y exposición ante clientes potenciales, así que tomó la decisión de sacrificar ganancias en el corto plazo para conseguir que el nombre de su empresa empezara a resonar en el mercado. Los emprendedores son capaces de ver el árbol aún cuando solo tienen la semilla en su mano.
  5. Piensa en grande: Desde sus inicios, Norman tenía claro que quería ofrecer sus servicios a grandes empresas, por eso se las ingenió para entrar en contacto con ellas sin importar que su negocio era pequeño y solo contaba con una bicicleta. Para él no existían los límites. Si quieres ser un gran empresario mañana, comienza a actuar hoy como si ya lo fueras. Sin importar que empieces en un pequeño cuarto o en la sala de tu casa, ten siempre en mente que el tamaño de una empresa es del tamaño de la visión de su fundador. No hay empresas pequeñas, solo empresarios sin visión.
  6. Crece a tu propio ritmo: Aunque Norman soñaba con expandir su empresa y llegar a todos los rincones de su país, nunca se dejó llevar por el afán y fue creciendo de forma sostenible a su propio ritmo. Primero conquistó su ciudad, luego municipios cercanos y finalmente se extendió por todo Colombia. Este proceso de expansión, lento, pero seguro, le permitió ir conociendo las características y necesidades de los clientes en cada región, además de que le ayudó a identificar problemas puntuales que pudo corregir a tiempo para mantener la calidad del servicio. Cada empresa debe encontrar su propio ritmo de crecimiento y priorizar siempre que la calidad del servicio se mantenga, de lo contrario, sus clientes terminarán frustrados y decepcionados.
  7. Trabaja con disciplina, paciencia y determinación: La historia de Norman y de Inter Rapidísimo, no es una historia de éxito de la noche a la mañana, todo lo contrario, es una historia que describe todo el sacrificio, esfuerzo, paciencia, disciplina y determinación que necesita un emprendedor para conseguir que su negocio crezca y se consolide en el mercado. El mundo está lleno de personas que quieren recoger frutos de árboles que nunca han sembrado. La realidad es que los grandes logros requieren de grandes sacrificios. El camino hacía tus sueños está lleno de piedras, altibajos y obstáculos que están ahí para poner a prueba tu determinación y para ayudarte a crecer como persona. El precio del éxito se paga por adelantado.

Así concluimos la apasionante historia de Norman Chaparro, un emprendedor que, gracias a su talento, visión, paciencia y determinación, logró iniciar desde una bicicleta una de las empresas de mensajería más importantes de su país, convirtiéndose así en un gran referente e inspiración para todos aquellos emprendedores que trabajan día a día llenos de ilusión por expandirse para impactar la vida de muchas personas con sus negocios. En sus propias palabras:

“Uno no necesita a veces tener mucho dinero para poder montar una empresa. Uno necesita, ante todo, tener las ganas. Yo soy el ejemplo de que las cosas se pueden hacer. Que, verdaderamente uno, así sea haciendo mandados, siendo el mandadero de alguien, uno tiene cómo progresar en la vida y ser próspero. Los sueños se cumplen si se pedalean con el alma.”

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