Gerencia venezolana

Perpetuarse en el cargo es malo para la empresa

Este periodo de ocho años, con algunos matices según la situación, encuentra su reflejo en el caso de la empresa, donde se miran con lupa los periodos que los directivos ocupan en un cargo, tanto positiva como negativamente.

“Los años de estancia largos en las compañías se valoran para bien y para mal. Por un lado, periodos relativamente amplios otorgan credibilidad y fiabilidad al ejecutivo, porque muestran que no es un mercenario que va saltando de proyecto en proyecto. Pero por otro lado hay que tener cuidado con ellos, ya que también pueden significar que el profesional se ha apoltronado en la silla”, explica José Antonio García, socio director general de Ackermann Middle Management, firma de búsqueda y selección de altos directivos.

Por eso, prosigue este experto, en los procesos de selección suelen tenerse presentes los ciclos temporales que conforman la trayectoria del candidato. “Creemos que el tiempo óptimo está en torno a los cinco y siete años. Es el necesario para que un directivo coja soltura y agilidad y no se aferre al cargo”.

No obstante, este ciclo recomendado no es una ley universal, y dependiendo del caso y del sector en el que opere la empresa, se recomienda que los periodos sean más o menos largos. “En empresas transgresoras, cambiantes e innovadoras, como las que operan en sectores tecnológicos o digitales, una estancia superior a los siete u ocho años se puede llegar a justificar sin problema, porque pueden surgir nuevos retos, proyectos e iniciativas que inviten al directivo a quedarse”.

Un periodo de entre seis y ocho años es el ideal para dominar todos los aspectos de la gestión de una compañía y para poder llevar a cabo su labor “de forma adecuada, cómoda y tranquila”. Pero al igual que estar mucho tiempo en un sillón puede llegar a ser negativo, al ejecutivo hay que concederle un plazo mínimo.